El arte de hacer un buen tinto de verano

Nuestro Autobús de la Repoblación tiene una edad indefinida, por lo que cuando nos preguntan por sus años (y es bastante a menudo en esta gira, empezando por la Guardia Civil) no sabemos responder muy bien. Pero la semana pasada aguantó como un jabato los más de 1.300 kilómetros de camino entre Aragón, León y Castilla. Y su motor, a veces un tanto renqueante, ronroneó de placer por lo bajo al escuchar el discurso del alcalde de Paredes de Nava, Luis Calderón, y al ver el recibimiento que le dieron en Urriés, también con su alcalde, Armando Soria, a la cabeza.

En Paredes, Luis nos sorprendió con un parlamento brillante y sentido en el que supo trazar con acierto las líneas maestras de este road trip, tras ver llegar el autobús a su pueblo una tarde de jueves, al borde del crepúsculo. Los viajeros, atrapados en la calurosa placenta del bus, no tienen constancia plena del impacto que causan a los que lo ven desde fuera.

Así que asumimos de buen grado ese toque surrealista, quijotesco (en el buen sentido) y, por qué no, un punto heroico y algo mágico que nos pintó el alcalde, mientras nosotros apretábamos los dientes para que no se nos desembridaran las emociones delante de la prensa, y la campaña de la iglesia daba los cuartos.

Todo esto sucedía a dos pasos de la estatua de Jorge Manrique, nacido en el pueblo. Y lo cierto es que, en nuestros viajes en autobús, sí que vamos un poco contemplando cómo se pasa la vida y tal; en nuestro caso a una media de 60 kilómetros por hora y a una temperatura de más de 40 grados cuando el sol imparte su justicia sobre el provisional techo que nos cobija. En ocasiones, quien esto escribe ve un algo de Fitzcarraldo en este periplo, y tiembla imaginando el autobús, tirado esforzadamente, por mor de una avería, con cuerdas y músculo humano por las parameras de Aragón y Castilla. Vade retro.

De Paredes a Urriés

De Paredes, consumidos un par tintos de verano (con un chorrito de vermú, como va predicando por este mundo nuestro chófer Óscar Carnicero), emprendimos viaje a Urriés, en Zaragoza, a 387.000 metros (o nueve horas de viaje), donde también iban a tocarnos el corazoncito con el trato que nos dispensaron.

Cincuenta almas están censadas en Urriés, ni veinte viven allí en invierno y más 150 lo hacen en el bendito verano (ojalá fuera eterno). Los últimos kilómetros a Urriés son de esas inevitables carreteras comarcales, estrechas, áridas y de curvas recias, y si no fuera por el GPS habríamos tenido la sensación de estar perdidos.

Pero, en la última curva, un cartel minúsculo, aunque salvador, marca el nombre de la localidad y, cruzado un puente, arribamos a una plaza en la que nos espera medio pueblo (o un cuarto), que nos recibe con una ovación y mucho gracejo. En ese momento, a quien esto escribe, se le fueron todos los males y se le secaron todos los sudores. También ayudó, de nuevo, la ingesta de otro par de tintos de verano (hechos también aquí con la receta de Óscar). «Por momentos como este hacemos esto», resumiríamos después en el brindis de una muy acogedora cena comunal.

Armando Soria es el alcalde y, trabajando junto a su mujer, Susana Oliver, ha puesto al pueblo en el mapa. Un pueblo precioso, coqueto, limpísimo, cuidadísimo… que deja asombrado a quien lo visita (anímense a hacerlo) porque no le falta nada. ¡Hasta la calle más estrecha de España tienen! e, incluso, un hostal, que lleva Borja Montero, el mismo que también se hace cargo del bar, un lugar que es, evidentemente y sobre todo en verano, el mismísimo centro del universo conocido. Estos meses de estío hace caja para sobrevivir los crudos y vaciados inviernos (como casi todos los establecimientos de este tipo de esta España Rural).

Un pueblo muy activo

Urriés es un pueblo muy activo, que hace un montón de cosas, como pueden comprobar  simplemente hurgando un poco por las redes. A destacar, sus jornadas culturales de junio, en las que lo mismo se ponen de los felices años 20 que del Renacimiento. Da gusto ver cómo se involucra el pueblo. Nosotros lo comprobamos en las jornadas a las que asistimos el sábado, en las que, con un pincho solidario, se recaudaron 600 euros para una ONG.

De Urriés fuimos bien cerquita, a Artieda, aunque eso va a ser otra historia.

Esta semana estaremos en Valdeavellano de Tera, en Soria; y la que viene seguiremos rodando con nuestro mensaje de Orgullo Rural y de esperanza… y difundiendo por la España Rural el arte de hacer riquísimos tintos de verano.

 

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